Les gens d'intérêt

Jorge Drexler

Cantante

“¡Me encanta Donosti, sus playas y lo bien que se come!”

Hablamos con Jorge Drexler de su próximo concierto en San Sebastián, de lo bueno y lo malo que es estar de gira y sobre cómo se gana la vida. Nos confiesa su amor por el ser humano, por Leonard Cohen y Prince. También lo que ha influido el Guernica de Picasso en su último disco y nos sorprende que sepa que, en euskara, la palabra mariposa, se puede decir de varias formas. Por Estibalitz Ortega Arsuaga.

Jorge, ¡qué bien que vuelves a San Sebastián!

Me encanta Donosti desde hace mucho tiempo. He actuado varias veces y también he participado como jurado en el Festival de Cine. Cada vez que voy me tiro en La Zurriola a hacer surf. ¡Me encantan las playas de Donosti! La verdad es que yo iría a tocar todo el rato allí. Cuando nos propusieron este concierto dije: ¡sí, por favor! Además, ¡es increíble cómo se come! Donosti es la ciudad del mundo en la que yo mejor he comido.

¿O sea que haces surf?

Sí, muy mal, pero con mucho entusiasmo (risas).

¿Qué es lo mejor y lo peor de estar de gira?

Está muy bien la pregunta. La gira es un proceso dual. Lo mejor es viajar y conocer gente. Disfrutar de tocar en vivo. Y lo peor es el jet-lag a la vuelta. Cruzo el Atlántico unas 20 veces al año, de promedio, una vez cada tres semanas. Es realmente agotador y produce un gran desequilibrio en el sueño. Y es muy difícil reinsertarse en una familia con hijos pequeños. Entonces, la falta de continuidad es una cosa muy difícil de las giras. Pero si hubiera querido tener un trabajo fijo, habría seguido trabajando como médico. No me quiero quejar, el trabajo que tengo es maravilloso. Y lo disfruto mucho.

“Salvavidas de hielo” es tu disco número 13. ¿Supersticioso?

No, además el 13 es el número de la suerte en varias tradiciones ocultistas, que tampoco sigo. El disco está consiguiendo una aceptación como casi ninguno y ha sido nominado al Grammy en la categoría ‘Mejor álbum latino de rock, música urbana y alternativa’. Y los conciertos van muy bien, con entradas agotadas en Latino América y en España. No veo ningún indicio de que ande mal, la verdad.

He podido escuchar todo tu disco, gratis, en tu web, a través de Spotify y Youtube. Varias canciones las has estrenado en Facebook Live. ¿Así, cómo vas a vender discos?

No lo has escuchado gratis. Has pagado una cuenta mensual de teléfono, pagas con tus propios datos a Facebook, a Google con tus búsquedas… Y eso es algo muy valioso a cambio de poder escuchar música gratis. Tus datos son los que hacen que estas empresas sean multimillonarias. Lo que pasa (se ríe) es que no has pagado a las personas que han generado el contenido. Y te preguntarás, ¿de qué vivimos los que hacemos discos?

¡Eso es! ¿De qué vivís los músicos?

Pues no de hacer discos. Los discos son una herramienta personal y creativa, artística y promocional para los conciertos. En cualquier caso, yo nunca he cambiado mi forma de hacer discos. Siempre los he hecho con la misma intensidad y cariño. ¿Sabes también por qué? Porque nunca he vivido de vender discos. Como siempre vendí pocos discos, este cambio de paradigma no me ha afectado mucho. Yo siempre he vivido de los conciertos y de los derechos de autor. Creo que incluso me ha venido bien y el viento ha soplado a mi favor. Yo siempre he estado acostumbrado a viajar mucho para poder mantener a mi familia. Desde hace 22 años que vivo en España, cruzo el Atlántico todo el tiempo como un pescador para ir a pescar del otro lado del océano.

Hablando de moverse… ‘Movimiento’, la canción que abre tu disco es un alegato en defensa de los movimientos migratorios ¿De dónde se siente Jorge Drexler?

Es una buena pregunta. Yo te puedo decir de dónde soy. Nací y me crie en Montevideo y me siento muy montevideano en mi manera de ser. Pero luego mi área de empatía se ha ido ampliando y me siento en casa en muchos lados. Me siento en casa en Madrid, porque vivo aquí desde hace 22 años, pero también me siento en casa en Quito, en Guadalajera (México)… Me siento en casa donde voy a tocar y la gente me entiende lo que hago. Como decía Fernando Pessoa: “Mi patria es mi lengua”. Me siento en casa donde se me entiende.

Lo dejaste todo en Uruguay, pareja, amigos, un trabajo de médico. Y viniste a España en 1995 siguiendo un “consejo delirante” de Joaquín Sabina. Ahora se lo agradeces públicamente en la emotiva canción ‘Pongamos que hablo de Martinez’. ¿Cuántos bares habé

¡Menos de los que me gustaría! Pero más de los recomendables para la salud (risas). Lo echo mucho de menos a Joaquín. Ya no se va de bares. Se cuida mucho. Cuando llegué a España él me invitó a hacer varios conciertos juntos. En esas noches hice cosas maravillosas, como conocer a Enrique Morente y a su hija Estrella, cuando todavía era una adolescente, en una cueva del Albaicín. Me enamoré de la noche a través de cosas que vi con Joaquín. Deberían hacerle un documental de National Geographic (muchas risas).

Hablando de músicos ilustres… Tengo entendido que la misma noche que te dieron el Oscar por la canción ‘Al otro lado del río’, conociste a tu idolatrado Leonar Cohen. ¡Cuánta emoción en tan poco tiempo!

Fue el día antes, en Los Angeles. Él estaba tomando una copa con una mujer en el hotel Four Seasons. No me animé a saludarlo, la verdad, porque no me gusta interrumpir. Luego perdí el documento de identidad y tuve que volver al hotel. Vi que había salido del bar y estaba parado en la calle esperando a un taxi. Me presenté y hablé unas palabras con él y fue increíblemente dulce. Además, conocí a Prince porque él fue quien me dio el Oscar y cuando lo recibí yo puse la rodilla en el piso e hice una especia de reverencia. Para mí Prince significaba tanto como Cohen. Luego Cohen subió en presencia en mi vida hasta convertirse en el referente contemporáneo musical más importante para mí.

Hace unos meses, con motivo del 80 aniversario del cuadro, tuviste la oportunidad de cantarle al Guernica de Picasso, un icono para nosotros los vascos. ¿Qué sentiste?

La experiencia fue muy, muy, muy poderosa. Desde todos los puntos de vista. Desde el punto de vista humano porque es un cuadro que relata la tragedia en su forma más vil e inhumana, que son las bajas civiles en las guerras. Además, en el caso de Gernika fueron bajas buscadas, no colaterales. La presencia sola del cuadro, el hecho ya de estar delante es una experiencia muy conmovedora. Y soy consciente del valor del Guernica en la cultura vasca. Siempre me han interesado muchísimo los idiomas y las culturas diferentes. Me gusta la historia del euskera batua, me gusta saber que la palabra mariposa se dice de maneras diferentes según del valle en el que vivas. Me gustan los bertsolaris. He tenido amigos estudiando su forma de diversificación. Me gustan muchas cosas, me gusta el ser humano en su totalidad.

Si tus hijos decidieran dedicarse a la música, ¿qué consejo de oro les darías?

Yo no tengo una ambición especial en que mis hijos se dediquen a la música como yo. Yo estudié la misma profesión que mis padres, medicina, y luego la dejé. Mis tres hijos tienen un gran oído musical. Mi hijo el mayor estudia música electrónica en Londres y esto me pone muy feliz porque tengo algo más que dialogar con él. Antes estudiaba filosofía y yo me leía los libros de Bertrand Russell para poder charlar con él. Lo único que les digo, la única clave que hay es ser feliz con lo que haces. Como dice Antonio Escohotado, que es mi gran maestro del pensamiento hoy en día, “el merecimiento de algo no siempre trae el éxito”. Amar algo, hacerlo con toda tu fe no siempre trae tu éxito, pero siempre trae el amor propio. Estar contento con uno mismo es muy importante. Esto es lo que yo les digo a mis hijos. Para bien y para mal, no soy un padre con mucho ascendente sobre las actividades de mis hijos. No me meto.

¿Qué le pides a 2018?

(Suspira profundamente ) Le pido que retrocedamos a una época previa a la identificación de los símbolos nacionales. Estamos intoxicados de banderas, no puedo más. Una de las cosas que más me gustaba de vivir aquí en España es que el sentido de la palabra patria había aprendido a relativizarlo, y resulta que ha vuelto a estar sobre el tapete. Me da mucha pena y me parece un retroceso a la adolescencia de los pueblos. Pero no hablo sólo de un lado, hablo de dos nacionalismos enfrentados. No tengo una opinión clara sobre lo que pasa, sino una enorme tristeza por lo que ha salido de debajo de las piedras.

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