Loreto Mauleón
Camino a la cima
Cuando necesita desconectar, Loreto Mauleón (Donostia, 1988) se pone un calzado cómodo y camina como si no hubiera un mañana. Puede que esta sana y liberadora costumbre de gastar suela se remonte a su infancia en la casa familiar ubicada en Ulia. Allí se crio sin hermanos, pero rodeada de una prole de primos a los que adora. “La familia para mí es muy importante y les echo muchísimo de menos en Madrid”, nos cuenta. En la capital vive desde hace casi una década, cuando con apenas 23 años, una maleta y muchas ganas de trabajar, inició un camino sin retorno. Le esperaba un papel como protagonista en la serie diaria de Antena 3 El secreto de Puente Viejo. Aquello parecía que iba a ser un trabajo de unos meses, pero se convirtió en un currazo que se alargó durante dos años y medio. Grababa todos los días y “casi no veía la luz”, pero aprendió muchísimo. Durante estos años, también ha participado en películas e incluso ha hecho teatro en verso. Hace dos le llegó la posibilidad de trabajar en la serie Patria –basada en el libro de Fernando Aramburu y producida por HBO –, en la que ha protagonizado un papel que ha estado en boca de todo el mundo por su sensibilidad y empatía. “Ha sido mi trabajo más intenso y un regalo de personaje para mí. Tengo debilidad por Arantxa”, nos cuenta la intérprete en esta entrevista.
Entrevista por Estibalitz Ortega Arsuaga
Apenas roza los treinta años, pero tiene el rostro desfigurado, la mitad izquierda de su cuerpo paralizada y su boca, inerte, no puede hablar. Es Arantxa, una madre que pierde su juventud por culpa de un ictus y que ya no puede cuidar de sus hijos. Ni de sí misma. El marido la abandona y su madre, con la que casi no se habla por discrepancias políticas, se convierte en su cuidadora. Arantxa no puede expresarse con palabras, pero sus ojos lo cuentan todo. Y saca chispas a una tablet que le ayuda a comunicarse. Es el personaje que interpreta Loreto Mauleón en Patria.
¡Lo que hemos llorado y disfrutado al mismo tiempo con Arantxa en Patria! ¡Qué personaje tan especial! ¿En qué momento llegó a tu vida?
Fue hace ya dos años. Me ofrecieron hacer el casting y cuando vi que además era el personaje de Arantxa no lo dudé. Conocía el personaje porque había leído el libro y había algo en ella que me atraía mucho. Tras hacer la prueba, pasé meses sin saber nada y de un día para otro me llamaron para hacer otra prueba y me dije “goazen, Loreto’. Y salió.
¿A quién llamaste para contárselo?
A la ama. Yo gritaba de la alegría. Sentí que era un privilegio poder hacerlo.
¿Interpretar a Arantxa ha sido lo más difícil que has hecho hasta ahora en la pantalla?
Parece un tópico, pero todos los trabajos tienen su dificultad, aunque me resulten emocionantes y se me presenten como un reto. En una serie diaria, como en El secreto de Puente Viejo, grabas todos los días y tienes que trabajar mucho la memoria para aprenderte el guion. Y eso me parece súper difícil. Pero quizá sí que Arantxa haya sido el personaje más intenso y complejo, porque pasa por muchos lugares y muy diferentes en poco tiempo. En la grabación, al no ser en orden cronológico, pasaba de estar bailando en una discoteca a estar postrada al día siguiente en una silla de ruedas. O de enamorarme a separarme. Además, el ritmo de rodaje fue muy intenso.
¿Te va a dar una visibilidad ue otros trabajos no te hayan dado?
Con Puente Viejo o Goenkale en su día llegas a un perfil más concreto, por horario y por franja de edad, aunque luego te sorprende la gente joven o los señores mayores que te dice que te ve porque lo ve su mujer... Es verdad que una plataforma como HBO te da una mayor visibilidad a nivel internacional. De ahí a que mi situación cambie, puede ser que sí o que no.
La inestabilidad es una de las características de vuestra profesión
Sí, es muy inestable. Lo mismo estás trabajando que en casa parada. No sé qué va a pasar. Ojalá traiga trabajos bonitos, ya se verá.
Había gente que esperaba la serie con la escopeta cargada...
Son procesos con muchas subidas y bajadas de emociones. Era la primera serie producida por HBO España de un libro que se había leído mucho y había sido muy comentado, pero en el rodaje no sentimos esa expectación. Estuvimos a lo que hay que estar, al personaje. Era un trabajo muy interno.
¿A qué te agarraste para preparar el papel de una mujer que no puede hablar y que es totalmente dependiente?
Fue una mezcla de muchas cosas. Casi todos tenemos, por desgracia, alguna persona alrededor que ha pasado por un ictus y, por tanto, tenemos referencias visuales. Además, está Internet, que es la fuente más grande de información. También tuve un par de sesiones con una fisioterapeuta que acompaña y ayuda a personas que han pasado por esto y que ha resuelto dudas que yo tenía, porque el ictus puede afectar de maneras muy diferente y, por tanto, las consecuencias pueden ser diferentes. Y con todo esto, luego yo tuve que componer mi propio personaje e hice un trabajo personal para decidir cómo iban a ser los movimientos.
Hay que hay que tener mucha sensibilidad y empatía para interpretar a este personaje.
La sensibilidad te la da el propio personaje, está escrito así, tiene mucha empatía y sufre por los demás. Fue un regalo de personaje. Tengo debilidad por Arantxa.
¿Sientes que la gente te pone nombre y apellido y que te reconocen más que antes?
Antes me decían: “Eres María de Puente Viejo”, pero no sabían mi nombre y apellido. Y no pasa nada, lo entiendo perfectamente. Es verdad que ahora me reconocen más por Arantxa y que hay un cierto interés por saber quién está detrás del personaje. Y notas que la serie se está viendo fuera, porque nos llegan muchos mensajes de Argentina, de Colombia, de Chile...
¿Qué tiene la serie Patria de diferente?¿ Ha sido el momento? ¿El punto de vista de Aitor Gabilondo? ¿El elenco?
Creo que el trabajo, tanto artístico como técnico, es buenísimo. Y ha funcionado el todo. No sé cuándo hubiese sido el mejor momento, la verdad. Es bueno que se empiece a hablar de esto y a aportar diferentes puntos de vista. Todavía hay muchas heridas abiertas, pero para sanarlas es bueno hablar de ellas. La gente está hablando del tema y eso es bueno.
Además de ser el año de Patria, también ha sido el de la pandemia.
¿Cómo llevaste el confinamiento? Dejando a un lado el tema de los fallecidos y del sufrimiento, que ha sido horrible y muy triste, lo de quedarme en casa y parar me ha venido muy bien. Hay gente que lo de ‘no hacer nada’ lo lleva mal. Yo siento que lo aproveché para hacer cosas importantes y hacerlas una a una, con el tiempo que requería, como leer un libro durante tres horas mientras me tomaba un café. También es verdad que yo no tenía un negocio que atender y que tampoco tenía que ir a un hospital a trabajar. Mi trabajo se paró y yo no podía hacer nada. Lo único que podía era mantener mi cabeza estable haciendo cosas que me hicieran sentir bien como leer, hacer yoga o cocinar a fuego lento.
¿Has sacado alguna conclusión existencial?
Que toda la generosidad que vi durante el confinamiento ahora no la veo por ninguna parte. Y eso me provoca mucha tristeza, porque veo que no empatizamos con los demás y que vamos a nuestra bola. A nivel personal he reflexionado bastante sobre mis hábitos de consumo: dónde y qué compro, sobre todo. Me pregunto si estoy entrando en el bucle de la sociedad de consumo...
¿Eso te ha llevado a tener nuevos hábitos más sostenibles con el planeta?
Siempre me ha gustado mucho más ir al mercado que a un supermercado, por eso me hizo mucha ilusión que quisierais entrevistarme para la revista de San Martín. Y cuando voy a comprar algo para mí, procuro ir a una tienda pequeña. Me gustan mucho las relaciones que surgen en los comercios de barrio. Ir siempre a la misma cafetería y que sepan lo que me gusta me hace muy feliz. Soy muy simple en esas cosas, pero me dan mucha alegría. Eso no significa que nunca vaya a ir a un súper a hacer la compra. Pero si quiero comprar un vino, voy a ir a la bodega pequeña que en el confinamiento conocí en mi barrio. O a comprar unas flores en el barrio, donde sé que la dueña me va a atender súper bien. Creo que hay mucha gente que ha llegado también a esta misma reflexión.
FAMILIA
Mi txoko favorito es el monte Ulia. Allí viví en la casa familiar de mi abuelo, con un montón de tíos, tías y primos. Fue una infancia súper familiar y estoy muy unida a ellos. Mi ama [su padre falleció] vive en Donosti y procuramos vernos todos los meses, aunque este año está siendo un desastre.
UNIVERSIDAD
Estudié en Zurriola Ikastola, en el Usandizaga y luego hice Ingeniería Técnica en la UPV, también Donosti. Decidí la carrera que iba a hacer en la cola de la ventanilla. Siempre he sido muy indecisa. Sentía una presión social (que no familiar) por ir a la Universidad y empecé sin saber muy bien lo que iba a estudiar. Por las mañanas grababa Goenkale y por las tardes iba a clase directa del rodaje.
MADRID
Tenía 23 años cuando me mudé. Tuve que ocuparme de las facturas, del contrato de alquiler... Sentía que me estaba haciendo mayor y lo vivía todo con mucha alegría e ilusión. Alguna vez he pensado lo bien que viviría en Donosti, porque como en Donosti no se vive en ningún sitio, pero me he hecho allí mi mundo. Allí hay mucha más competencia, pero también más oportunidades
MERCADO
Tengo mucha relación con los mercados desde pequeña y muchas veces he pensado que me gustaría trabajar en uno. ¡Lo he mirado y todo! En mi barrio hay un mercado y siempre hay algún puesto que queda libre... En Madrid se lleva mucho lo de comer y tomar algo en los mercados. Siempre que voy a una ciudad, lo primero que hago es acercarme, porque es donde se ve cómo es una ciudad.